Cariel
21,00€ (IVA incluido)
Cariel es la continuación de las novelas: Miradas y Nuestro amor será un beso continuo.
Trama e intervenciones policiales entremezcladas con amor, sexo, pasión, rechazo, celos, dolor, violencia y muertes que llevarán al lector a vivirlo intensamente como si fuera un personaje más.
PRIMERA PARTE CARIEL
CAPÍTULO 1
Las piernas le echaban humo y su corazón parecía salírsele del pecho. Iba corriendo por la calzada de la calle Inmaculada Concepción. Una motocicleta venía de cara (circulando en sentido contrario al autorizado) obligándole a girar a su izquierda para meterse entre dos vehículos que se encontraban estacionados, golpeándose en la pierna derecha contra el frontal de uno de ellos. Continuó presto por la acera no queriendo ni mirar atrás para no perder tiempo y, ¿por qué no decirlo?, porque estaba acojonado. Oía los pasos a su espalda.
—¡Para! ¡Párate, mierda!—le chillaron.
Tenía los huevos en la garganta. Le iban a dar alcance. La calle giraba hacia la izquierda, pero de frente bajaban unas escaleras que iban a parar a la calle de Antonio López. Decidió tirar recto. La velocidad que llevaba, junto a la fatiga que arrastraba, fueron las causantes de que después de bajar cinco peldaños los siguientes los terminara rodando. Terminó diez metros más abajo, estampado contra una caseta metálica de color marrón de vendedor de la ONCE y con los tres perseguidores dándole patadas por todo el cuerpo.
—¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!—chillaba de dolor.
Dos hombres jóvenes que se encontraban tomando una cerveza y fumando, frente al restaurante Los Cigarrales, salieron corriendo en auxilio del agredido.
—¿Qué coño hacéis? ¡Dejadle!—gritó uno de los ellos cuando ya se encontraba a cinco metros.
Los tres chavales (gitanillos del barrio de Pan Bendito), al verles llegar, pararon de golpearle y salieron corriendo en dirección a la glorieta de Marqués de Vadillo.
—¿Cómo estás?—le preguntaron.
Él, de primeras, no contestó. Mientras se levantaba del suelo con dificultad unas lágrimas emanaban de sus ojos llorosos.
—No muy bien. Muchas gracias por ayudarme.
—¿Quieres que avisemos a una ambulancia o a la policía?
—No, gracias—manifestó, a la vez que se marchaba a la carrera en dirección contraria a la de sus agresores.
Las heridas exteriores que tenía como consecuencia de los golpes no eran importantes, siendo las internas las dolorosas (básicamente su orgullo y autoestima).
Iba de nuevo llorando, pero esta vez por no haber hecho frente o haberse defendido de otra manera contra esos tres chavales del barrio cercano. ¿Por qué no les había plantado cara aunque fueran tres? ¿Por qué había salido corriendo como un cobarde? ¿Por qué estaba asustado y medroso?
Fue disminuyendo progresivamente la velocidad de sus piernas, andando unos metros antes de llegar a la altura de la calle Parador del Sol. Giró a su derecha, subiendo por esta calle para ir hacia su casa. Unos ladridos de perros le sacaron de sus tormentosos pensamientos antes de llegar a la calle del Marqués de Jura Real. Un rottweiller de considerable tamaño y envergadura se encontraba arrinconando a otro can de dimensiones inferiores y de aspecto desangelado. Lo cierto es que era un chucho decrépito, de pelaje roñoso y de porte enclenque. Su rabo tocaba la pared de ladrillo y no podía recular más hacia atrás.
Santiago detuvo el paso para ver como finalizaba todo, dando por sentado que el chucho más pequeño tenía ya los días contados. Hacía diez minutos que él se hallaba en una situación similar a la de ese perro…
El rottweiller parecía que iba a clavar sus colmillos en el cuello de su débil rival cuando, de repente, algo cambió en la actitud y expresión del perro acorralado. Lo que antes era un animal asustadizo, enjuto y raquítico pasó a convertirse en un ser con aplomo, entereza y decisión. Se infló como un pez globo, las venas del cuello se le hincharon y sus colmillos vieron la luz; la espuma salía de su hocico al ladrar como perdigones de un cartucho. Era increíble la transformación que podía sufrir cualquier ser vivo cuando peligraba su vida. En este caso solo había dos opciones: perecer bajo una temible mordida o luchar hasta el final vendiendo caro el pellejo.
El rottweiller, convencido plenamente en su superioridad, tiró hacia delante para acabar de una vez por todas con su piojoso enemigo. Su oponente esquivó la mordida, revolviéndose rápidamente y lanzándole un mordisco al cuello. El rottweiller notó como dentro de su carne accedían los colmillos.
Santiago observó como un chorro de sangre salía disparado del cuello del animal a la vez que este huía corriendo, amedrentado por quien, a priori, no debiera estarlo. Ese perro temeroso, acobardado y físicamente inferior que parecía que no iba a ver otro amanecer se transformó por completo, mostrando una actitud agresiva, valiente y predispuesta a la lucha y a la supervivencia consiguiendo hacer huir a su rival y saliendo indemne de una muerte segura.
Santiago se quedó recapacitando, analizando todo lo presenciado. Ese hecho aislado y aparentemente ajeno al de las personas fue lo que modificó totalmente, y para siempre, la personalidad de una de ellas.
Realicé el servicio militar obligatorio en la 4ª Bandera del 2º Tercio de la Legión (Ceuta).
Policía Municipal de Madrid.
Amante del deporte, sobre todo de la carrera y del K 1, habiendo competido como amateur en seis combates.
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